ALFA/MÜLER
Alfonso y Hans son vecinos hace siete años, amigos hace seis.
Un inicio de amistad marcado por agresiones físicas, cuyas marcas recordativas permanecen en la ceja y cuello de cada quien. Las causas quizás se deban a que Hans, de insociable personalidad, carece de experiencia y “toque”, para dialogar; o acaso a la particular sensibilidad con que Alfonso se comporta frente a todo tipo de crítica que aminore su trabajo, el cual desempeña como si se tratara de cirugías de extremo riesgo. El riesgo de entorpecer la galbana experiencia de ver televisión por levantarse a cambiar de canal, eso que nadie merece.
Así de comprometido está con su trabajo y así de alterable se vuelve si se lo cuestiona:
Hans sale de la tienda, cauteloso, asegurándose de que nadie viene a necesitar alguno de sus artículos ortopédicos, que por lo demás, Hans importa, desempaca y testea, con la misma cautela con que ejecuta cada uno de sus movimientos. Se dirige lentamente al local vecino, como si se tratara de una misión cuidadosamente planeada. Una vez en la puerta de “Alfa Control Remoto”, Local 21, exactamente a diez pasos cortos de su local, “Ortopedia Müler”, local 20, Hans saca de su bolsillo un control remoto con evidentes daños materiales. Mira a Alfonso, quién come, quién siempre come, y en un esfuerzo por parecer amigable, le sonríe. Cuando está por dirigírsele, Alfonso lo interrumpe con un volumen tanto más alto de lo que Hans considera normal.
-¡El de la tienda de bastones de al lado!, ¡el vecino!
A Hans le alteran las interrupciones auditivas. Todo ruido que lo saque de su perpetuo estado meditativo, lo pone de pésimo humor y en una ciudad como Santiago, pues, Hans sonríe muy poco.
-No sólo de bastones.
-Bastones y muletas, cierto.
Hans ya empieza a arrepentirse de haber dejado su tienda, está seguro de que socializar siempre le viene mal.
-Caballero, no puedo dejar el local solo mucho tiempo, le traje este control.
Alfonso se lamenta, piensa que ya ha incomodado “al viejito”. Y es que todavía no se entera que tienen la misma edad.
-A ver, veámoslo.
Alfonso se toma su tiempo, lo examina minuciosamente mientras mastica, siempre algo mastica.
Traga el pedazo de quién sabe qué llevaba masticando hace rato y se dirige a Hans con seriedad.
-Este control es alemán
Hans, extrañado, permanece en silencio. Alfonso insiste.
-¿Me escucha, señor? Es alemán.
Hans alterado, le responde.
-Claro que lo escucho y claro que sé que es alemán, mi televisión también es alemana, yo soy alemán, no lo traje para que lo identificara, dígame si lo puede arreglar.
-No se ponga nervioso, señor, le puede hacer mal. Deje que le explique, yo sólo me familiarizo con los chinos.
Hans, balbucea un insulto intraducible, toma el control, se da media vuelta y agrega camino a la puerta, como reflexión final:
-Incompetencia.
Aunque Alfonso entiende que no tener un control remoto funcional, puede ser frustrante, sobre todo para un señor de la edad de Hans (la misma que él), los insultos respectivos a su trabajo, lo irritan de tal manera, que ya no siente respeto por la edad (la misma que él).
Alfonso, pues, deja su almuerzo de lado y da paso al grito que lo inicia todo.
-¡Veterano…!
Y tras una pausa reflexiva, agrega,
-¡… fósil!
Hans se vuelve a Alfonso, le aclara su edad a gritos e insiste en su inutilidad. Alfonso, por su parte, ya enterado de la edad de su oponente, de todas formas se dispone a enfrentarlo. Abandona el mesón de trabajo y se dirige a Hans, quien adapta una extraña posición de alerta y lanza el control remoto alemán al suelo, como queriendo intimidar. Del control se despliega una pieza metálica minúscula, que se dirige directamente al cuello de Alfonso, dejando una marca permanente en su cuello. Alfonso, lleva su mano a la herida con un brusco movimiento de brazo, que alcanza a rozar la ceja de Hans, dejando, para ambos, las marcas definitivas correspondientes.
El incidente no llega más lejos, casi de inmediato, cada quién admite,
-Ya estamos viejos.
-Fue un mal entendido.
Hans ayuda a curar la herida de Alfonso con insumos Müler.
Alfonso, por su parte, le regala una televisión y un control, por cortesía Alfa.
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