Antes de escribir las líneas que vienen a continuación, tengo que reconocerme como un fiel admirador del filósofo, poeta, profesor de literatura y entrevistador Cristián Warnken Lihn, ya que en mi juventud me inspiró –como de seguro a muchos más- ver por televisión su mítico programa La belleza del pensar, que luego pasó a tener diversos nombres por cuestiones nimias de derechos y rencillas televisivas. En mis años alejado de Chile seguí viendo sus entrevistas, una a una creo que las vi todas, o al menos casi todas que se retransmitían en el sitio otrocanal.cl. Recuerdo en estos momentos entrevistas emblemáticas como las que realizó a Francisco Varela, Michel Serres, Jorge Teillier o a Roberto Bolaño en su vuelta a Chile.
Pero en mi vuelta a Chile allá por el año 2015 me percaté que la figura de Warnken estaba lejana a lo que yo pensaba era su presencia en el medio local, y es que según sus propias palabras no quiso “venderse al mercado” y eso a la larga le pasó la cuenta y su mítico programa televisivo terminó pasando al basurero de las buenas ideas.
Le podemos echar la culpa a los medios, que cada día se preocupan más del beneficio monetario que al contenido, o podemos decir que Warnken fue el último de los héroes que batalló contra un sistema desgarrador y calculador que no le importan las buenas intenciones, ni el contenido cultural ni mucho menos el porvenir de las neuronas de las próximas generaciones, sino que el bolsillo de un par de tipos y nada más.
Pero también hay otro presunto culpable: el mismo Warnken. Este es el argumento más difícil de demostrar en este juicio, motivo por el cual lo elijo. El compositor Gustav Mahler le dijo una vez a su esposa Alma, cuando esta le preguntó por el motivo que defendía con tanto ahínco a un joven Arnold Schönberg, el músico le respondió: “A menudo no lo entiendo, no lo puedo entender, pero yo soy viejo, y él es joven -entonces él tiene la razón.”
Warnken en una entrevista afirmó haber apoyado a Jorge Sharp el joven alcalde de Valparaíso en las elecciones, pero luego no siguió apoyando al Frente amplio y eligió apoyar a una senadora luchadora, inteligente y con buenas ideas como Goic, pero que defendía las banderas del partido político más vilipendiado de los últimos tiempos en la política chilena. Eso si lo llevamos al plano de lo meramente político, pero al ser un intelectual y no un político ni comentarista de programas coyunturales ni nada de eso, no podemos criticarle su tendencia cual sea que esta sea, pero sí podemos criticarle algo: no supo leer los nuevos tiempos.
Cuando Warnken salió de la pantalla argumentó una y mil veces que le querían cambiar el formato de su programa, que los comerciales, que las nuevas tendencias y un sinfín de alegatos, lo que se leía entre líneas era que él no estaba dispuesto a seguir la televisión del siglo XXI y que por esto prefería amarrarse la piedra y sumergirse en las profundas aguas del anonimato, o a contentarse con su columna del Mercurio o conformarse en impartir sus conocimientos en charlas organizadas por ricas mineras… en el fondo caminos muy similares.
Lo que Warnken nunca tomó en cuenta es que para muchos chilenos, entre los cuales me incluyo, él era una tenue antorcha que brillaba en un mar de mediocridad intelectual, una pequeña voz que apenas se sentía en una muchedumbre mediocre, futbolera, fiestera, ignorante. Así se fue hundiendo lentamente como la Esmeralda, el último intelectual televisivo de esta angosta faja, el último de los que más que figurar en sus entrevistas quería ensalzar al invitado, el último mateo de lentes que se preocupaba por conocer la obra del que estaba sentado en su mesa de vidrio con fondo oscuro, el último admirador de Pivot, el último chileno que entrevistó a Bolaño en su país natal.
Como vivimos en un país con tendencia a lo lastimero, muchos me dirán: -no trates de esa forma al pobre Cristián-, o -que te ha hecho este tipo para que lo trates así – o también –¿y tú a quien le has ganado?- (como trató hace algunos días un ex candidato presidencial a un escritor chileno -y así un innumerable mar de críticas, pero yo que me siento un admirador de su persona y su legado, y que no soy asiduo a pegar palmetazos en la espalda le diré la verdad que nadie -quizá- se atreve o se atreverá a decirle: y es que nos has defraudado Cristián, muchos pusimos en ti nuestra última esperanza y nos dejaste botados, muchos que soñábamos con algún día ser alguien mínimamente respetado en este país y que tu productora nos llamara alguna tarde de invierno lluvioso para decirnos –oye Warnken te quiere entrevistar- o todos los que esperábamos los domingos por la mañana o el sábado por la madrugada (siempre los peores horarios) tu nuevo programa. Ya no nos queda más que la esperanza de pasar a sumergirnos en el mar del anonimato, o a terminar siendo entrevistados en algún sitio cultural transmitido en la web que lo verán con suerte tres pelagatos, o siendo entrevistados por Franzani, Alfredo Lamadrid o el pollo Valdivia. ¿Por qué si no quien más nos queda? …¿Diana Bolocco? ¿dr. File? ¿Villegas? ¿Federico Sánchez?……¿Baradit?…¿Baradit?
Bromas, sarcasmos y anhelos aparte, Cristián Warnken ha dejado un gran vacío en la pantalla chica, una figura que mostraba semana a semana a grandes intelectuales de diferentes áreas: científicos, escritores, poetas, dibujantes, actores y todo aquel que estaba realizando un aporte para nuestra nación, para nuestra cultura. El gran desafío de los intelectuales chilenos es llenar de alguna forma ese espacio, y sobre todo conectar con las nuevas generaciones, para encantarlos de alguna forma con la literatura, con la ciencia, con la poesía. Y no dejar a los jóvenes a la deriva con los únicos ídolos que le van quedando en una nación alicaída intelectual y emocionalmente: lo futbolistas.
Si por esas fechorías de la vida, esas encrucijadas inexplicables de la web, o simplemente por fortuna llegaras a leer este artículo simplón y mal redactado, espero no ganarme tu desprecio, ni mucho menos que te humilles a responderme, lo único que te pediría es que te sientes unos segundos a meditar sobre estas humildes palabras y de una vez por todas salgas del baúl, del cómodo sillón de La escondida, de tu oficina en el diario y que por favor tomes el papel que te corresponde. Sino como algún día escribió Bolaño: ni Dios nos va a salvar.
Rodrigo Ertti.
Querido Rodrigo, muchas gracias por este comentario que provoca y seduce y desde ahí cumple su noble misión, hacernos pensar y regalarnos bellas metáforas que nos ayuden a vivir. «Fracaso» es la palabra que provoca.
Me gusta imaginar que la palabra fracaso tiene para ti un trasfondo más fértil que la fijación por su contrario, el éxito. El éxito inmediato, asociado a una epopeya esquiva o inexistente para nuestro país actual, más allá del cuarto de hora en la pantalla.
Yo creo que Cristián se sentirá valorado y extrañado al leerte y eso ya representará para él y para nosotros un éxito, porque también nos hemos acostumbrado al huachaje, como dice Sonia Montecino, en Madres y huachos, al abandono. Y se preguntará por la metáfora de la antorcha brillando y hundiéndose en el mar que es lo más bello de tu nota. Se preguntará si fue realmente un intelectual televisivo y el último, además. Y reconocerá en tus palabras a un posible entrevistado, un inevitable melancólico y rupturista, como todo escritor.
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Te agradezco desde lo más profundo cada una de tus palabras Verónica, enalteces mi artículo a un nivel casi poético, a la altura del personaje mencionado, el gran Cristian Warnken. La verdad es que a través del Facebook de indibur he recibido muchas críticas estos últimos días por tratar de fracasado a Warnken, de tratar de «sepultarlo» por su postura política y así tantas cosas, claro está que también he recibido apoyo. Pero lo más importante es comprender lo que tú mencionas sobre el concepto de fracaso. Ese terror al fracaso que tenemos los chilenos, como si fuera el peor de los caminos posibles, se me vienen ahora las palabras de Bowie cuando decía que solo se aprende del fracaso, o las de Bolaño cuando recordaba a Arquíloco, poeta y mercenario griego del siglo VII a.C. que en vez de luchar, arroja su lanza, su escudo y huye de la batalla, en él Bolaño veía la imagen del poeta, que frente al abismo no tiene miedo de arrojarse al vacío.
Warnken seguirá aportando desde su trinchera, ya sea en la editorial UV, en la misma Universidad, en su columna semanal y en cualquier lugar donde se instale intelectualmente o poéticamente. La TV es la única que perdió con su partida, pero ganó el mundo editorial, el académico y el poético también porque ha publicado libros significativos en los últimos años. Un amigo me dijo irónicamente, «eres un viudo de Warnken», y de inmediato recordé una de sus columnas cuando hablaba sobre los viudos de Bielsa. Siempre habrán viudos y viudas en este mundo, donde la única certeza es el ocaso. Aunque me gustaría pensar que nuestro mundo cultural, llámese Arte, poesía, música, pintura, arquitectura, etc, fuera siempre una antorcha fulminante que nunca se extinguiera ni dejara de brillar ni siquiera por un Instante, para combatir la oscuridad, la sequedad de espíritu que pareciera traer nuestra época.
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Ya no abrirás la verja,para entrar en tu bello jardin,con tu inseparable amigo El chucao? Ya no verás las cosas como por primera vez, como decia Elliot?
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