Sobre Norwegian Wood, la lectura de Murakami, la muerte y la juventud.

Hace doce años llegué a la casa de Danila, vivía en la ciudad de Plasencia al norte de Italia. Danila era una psicóloga que mediaba los 60 años, era la madre de Matilde, una amiga italiana que había conocido en Chile, cuando su madre vino a Chile quedó muy contenta porque las llevé a Isla Negra a conocer la casa de Pablo Neruda, cuando terminaba su viaje me dijo -cuando vayas a Italia pasa a Plasencia, te invito a mi casa.  Dos años más tarde estaba ahí.

Justo por esos días mi amiga andaba de vaciones, por lo cual me quedé compartiendo con Danila. Todo ese viaje da para escribir un cuento en sí mismo porque sucedieron un montón de hechos inesperados que algún día me sentaré a escribir, pero por ahora me quiero centrar en un hecho en concreto. Yo sabía que la madre de Matilde sufría de una enfermedad pero no sabía cuál, cuando llegué a su casa estaba calva, había perdido mucho peso, una noche tomando una copa de vino me cuenta que tenía cáncer y que no sabía cuanto tiempo le quedaba, estaba tranquila, no vi en sus ojos ni una pizca de miedo o tristeza, solo de resignación tal vez.

Yo estaba recién llegado en Italia, primero había recorrido el sur, luego pasado por Roma y ahora me encontraba en el norte en casa de Matilde y Danila, la cosa es que no hablaba en aquel entonces bien el italiano. Ahí estábamos los dos, con 40 años mas o menos de diferencia, una barrera idiomática y así todo nos comunicábamos como dos amigos que se conocen de toda la vida, en un lenguaje que me cuesta explicar, por supuesto ayudó el latín como base de dos lenguas hermanas, más los gestos de manos , ojos y rostro. Por las noches ella fumaba hachís, me decía que no era para aliviar los dolores ni mucho menos, siempre lo había fumado, una vez me dio a probar y casi me desmayé, me dio una cucharada de azúcar y se me pasó de inmediato – niños- me dice con una mueca en su cara.

Pero de todo lo que en aquellos días pasó lo que más me llamó la atención fue su afición a la lectura, pasaba todo el día leyendo y lo único que leía era a Murakami. Era raro para mi en aquel entonces entender que una persona que tenía el tiempo limitado, se sentara a leer en vez de salir y hacer quien sabe qué cosas, sin embargo Danila gozaba cada página cada capítulo día tras día. Yo dormía en la cama de Matilde que en esos días se encontraba de visita en casa de su padre, estaban separados hace años, ella estaba en el otro extremo de Italia y yo estaba durmiendo en su cama y compartiendo con su madre. El dormitorio de Matilde escondía grandes tesoros, desde un piano de pared, una gran cama que llegaba al techo y muchos libros, cuando busqué entre sus libros encontré algunos en castellano, y ahí encontré Rayuela de Cortázar. Siempre había querido leerlo así que Plasencia  para mi es recordar a Cortázar, a Danila, Sara una amiga de Matilde y los mosquitos de verano que abundaban por todas partes.

Un día le pregunté a Danila qué la mantenía tan entusiasmada de la lectura de aquel autor japonés, ella como era una mujer inteligente entendió el trasfondo de mi pregunta, sonrío y luego me respondió que ella había hecho en su vida todo lo que había querido, viajar por el mundo, estudiar medicina y tener una hija, ahora solo buscaba paz y en Murakami encontraba esa paz.

Doce años más tarde voy a la librería Ulises donde hacía 10 años había publicado mi novela pero que nunca había regresado no se por qué motivo, aún viviendo a pocas cuadras, recorrí la librería a ver que libro podía comprar para este verano y vi el último libro publicado del japonés, obviamente se me vino a la mente Danila, me acerqué a la vendedora y le pedí que me recomendara algún libro de Haruki Murakami ya que nunca lo había leído, ella sin pensarlo dos veces -me dice -si nunca lo has leído te recomiendo Tokio Blues. Luego me comenta que Murakami es un autor muy musical y que ese libro será una buena lectura para el verano. Cuando me dijo musical me causó intriga, le pedí que me aclarara qué quería decir con un autor musical -me responde- cita algunas canciones en sus libros ya que es melómano, de hecho el mismo título original de la novela es una cancón de Los Beatles. Cuando me dijo eso mi respuesta no podía ser otra que – lo quiero-. El libro no lo encontraron en un principio pero luego de que un hombre escarbara sobre una escala por los muros acristalados llenos de libros y espejos, encontró la última copia que les quedaba de Tokio Blues, cuyo titulo original es Norwegian Wood, canción del álbum Rubber Soul de Los Beatles. Compré ese libro y uno de George Perec que tenía pendiente, Viaje de invierno.

Dos semanas después de ese evento me encuentro escribiendo sobre un autor japonés que apenas conozco pero que luego de terminar su novela ya me puedo considerar un admirador de toda su narrativa incluso sin leerla. Luego de terminarla comencé a investigar sobre su literatura y muchos coinciden que esta es una de las peores novelas para comenzar a leerlo ya que es de las pocas de estilo realista, a mi por el contrario me pareció la mejor forma de conocer al autor, del cual solo sabía que era eterno candidato al Nobel y que era considerado por muchos un autor pop. Quizá ese prejuicio era un poco lo que me había hecho no leerlo antes, pienso que generalmente si a mucha gente le gusta algo eso no será de mi agrado, pero bueno uno va envejeciendo y te terminan gustando los Beatles y autores que antes te cerrabas a conocer por mero prejuicio.

Cuando subí la foto a mi Instagram de los libros que había comprado lo titulé “algo denso y algo light para este verano”, porque si lo consideraban un autor pop obviamente su narrativa sería ligera pensé. Bastaron pocos minutos para me comenzara a preguntar cuál era la lectura light, y para mi sorpresa dos amigas me dijeron que Tokio Blues no era para nada light. Sobre este punto me gustaría hacer una aclaración, esto por muchas razones, la primera es que ya mucho se ha escrito sobre Murakami, Tokio Blues, etc, pero sí me quiero referir a mi concepto de literatura light.

Entre Las seis lecciones para el próximo milenio de Italo Calvino la primera lección era la “leggerezza” o sea que fuera una lectura ligera y ponía como mito el dios Mercurio con las sandalias aladas, un libro se tendría que leer de manera que te hiciera volar por sus páginas, que la lectura fuera “scorrevole”, que es una palabra sin traducción exacta a nuestra lengua, pero que se podría traducir como escurridizo o fácil de fluir.

Calvino escribía sus Lecciones para ser presentadas en las prestigiosas Norton Lecture de la Universidad de Harvard cuando lo pilló la muerte, de hecho su mujer culparía más tarde a la presión que sintió el autor y que a causa de esto habría sufrido un ictus cerebral que le provocó finalmente la muerte, eso acontecía por el año 1984-1985, o sea casi el mismo tiempo que Murakami escribía Norwegian Wood (publicada en 1987). Pareciera que en aquella época algunos iluminados ya sabían la literatura que se venía en el futuro. Con esto solo quiero recalcar lo fresca que es la novela incluso en nuestros días, y que pareciera cumplir con todos los puntos que estipulaba Calvino que debía tener una novela de nuestro siglo: ligereza, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia (este último no alcanzó a terminarlo y quedó solo como manuscrito). Esta obra de Mukarami cumple con cada uno de estos puntos y aunque los temas que se traten no son precisamente “light”, la forma del relato es tal que sí lo puedo considerar una literatura “ligera” o de lectura ligera, un claro ejemplo es el éxito que tiene el libro entre los lectores más jóvenes.

Norwegian Wood es una historia hermosa de principio a fin, que te agarra desde la primera página y no te suelta hasta la última. El libro habla de soledad, juventud y de amores imposibles vs amores reales, si a eso le sumamos personajes japoneses cada uno más estrafalario y complejo que el otro (menos el narrador que ve todos los acontecimientos desde un punto de vista casi inmóvil), la música de los Beatles y ese sanatorio que obviamente hace una alusión a La montaña mágica de Tomas Mann, el resultado es un libro que roza la perfección, donde nada sobra y nada falta.

Si bien las historias que se relatan son a veces crudas, donde se tiene muy latente el tema del suicidio desde el comienzo, uno de los personajes centrales de la novela (incluso muerto) era el mejor amigo del narrador en su niñez y donde a ratos pareciéramos estar sumergidos en la depresión casi abrumadora de algunos personajes, en un Tokio de aspecto sombrío, monótono, en una residencia parecida a una cárcel (donde vive el personaje principal) y un amor que se va diluyendo a través de las páginas casi de forma agónica, el libro no deja de ser una lectura light como mocionaba anteriormente, por la forma que su autor aborda estos complejos temas, a veces aplicando humor en alguna conversación de los personajes y otras veces aplicando un sarcasmo casi desolador que sorprende y en ocasiones nos descoloca. Otro de los temas claves del libro es la muerte, desde el principio donde se relata el suicidio de su amigo, pacientes que están agonizado, otros con depresión y que por todo el libro pareciera que todos los personajes están a un paso de la muerte por enfermedad o suicidio. En un momento el narrador afirma que siempre vio la muerte como contraria a la vida, y que después del suicidio de su único amigo se daba cuenta de lo presente que estaba la muerte en su vida, la muerte se había transformado no era una antagonista sino mas bien en parte de la vida misma.

Hace doce años estuve conviviendo dos semanas en casa de Danila, quizá las dos semanas más tranquilas y pacíficas de mi vida, donde leía, paseaba por la ciudad y por las noches conversaba con una mujer muy fuerte, inteligente y que ahora después de doce años puedo entender el por qué le causaba tanta dicha y paz la lectura de un autor tan “ligero” y profundo a la vez. 

Dos años años más tarde me encontré con Matilde en un puente de Venecia, ¿saben cuántos puentes hay en Venecia? Justo salí a fumar un cigarrillo afuera de mi casa y ella venia con un venezolano o ecuatoriano (no lo recuerdo exactamente) caminando, la sorpresa como se pueden imaginar fue enorme para los dos, ella sabía que yo me había quedado a vivir en Italia pero no sabía que en Venecia y ella por su lado no vivía ahí tampoco, se encontraba de paseo por el día, charlamos un rato los invité a pasar a mi casa, me dijeron que tenían que ir a una parte y que luego pasarían y así fue. En esa ocasión me enteré que el chico era su novio, luego me contó que su madre había muerto poco tiempo atrás, lo cual me causó una enorme tristeza.

A memoria de Danila y su inagotable lectura de Murakami, y también a mi gran amiga Matilde que fue una de las cofundadoras del taller Indibur.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.