Era un joven chileno viviendo en España, era un sudamericano con la viva esperanza de convertirse en escritor, rehuyendo de mi destino de arquitecto hasta que llegó a mis manos Llamadas telefónicas, ahí comenzó la revolución dentro de mi cabeza.
Corría el año 2010 y yo vagaba por los jardines de la politécnica de Valencia, había ido a buscar a mi amiga Daniela, siempre cuando pasaba a verla me iba antes a la biblioteca, todo un lujo de muchos pisos al cual accedía con un pase que ella me había prestado, ahí estaban todos los libros a estantería abierta, uno podía tomar cualquiera y hojearlo, leerlo, devorarlo. Si alguno me gustaba le pedía a Daniela que me lo pidiera prestado. Así leí todos los libros de René de Costa sobre Huidobro, algunos estudios sobre Borges pero tenía pendiente siempre a Bolaño.
En los jardines de la Universidad había una librería que vendía libros para todos los gustos, me refiero a no solo de asignaturas sino que también narrativa, recuerdo nítidamente que al entrar había hacia la derecha un estante vertical blanco con libros de la editorial Anagrama ediciones de bolsillo (libros económicos), ahí llegó a mis manos Bolaño por 7 euros, reviso mi billetera y me quedaban 10 euros, que con seguridad eran los últimos 10 euros de la semana o del mes. No era primera vez que lo tomaba con ánimo de comprarlo pero esa vez me decidí y lo compré. A la noche llegué a leerlo y de todos los cuentos el que más me impactó fue el de Sensini, tal vez porque trataba de un joven escritor que escribía para concursos de Ayuntamiento, un joven escritor sudamericano que escribía en España para sobrevivir. En mi ingenuidad de adolescente habré pensado que yo era uno de los pocos escritores sudamericanos que se encontraban por aquella época en España escribiendo para concursos de ayuntamiento y que eso me unía con Bolaño. Escribí tantos textos y claro, nunca gané ni 5 euros, pero al menos me sentía un escritor, vivía en una pieza que solo tenía una pequeña cama, un pequeño armario y lo más grande era una mesa de comedor levantada por la mitad y apoyada al muro, lo que le daba la apariencia de un piano, era mi escritorio. Ahí escribía por horas y horas, escribí cuentos, poesías, el comienzo de mi novela y claro artículos para indibur.
El departamento estaba en Barón de San Petrillo Nº7, en el Barrio de Benimaclet, una zona hermosa recuerdo. Un pequeño pueblo valenciano que había sido anexado por el crecimiento de la mancha urbana. En el departamento vivía con tres chicas de pueblo, todas chicas buenas que nunca habían vivido con un hombre. Recuerdo que vi el anuncio que se arrendaba una pieza solo para mujeres y no lo pensé dos veces. Me dirigí con seguridad, al principio desconfiaron pero me citaron para esa misma noche porque me querían hacer una entrevista. Al día siguiente me aceptaron como su compañero de piso.
Fueron los 6 meses más tranquilos de mi vida, lo único que hacía era leer, escribir e ir a la playa, y a veces me juntaba con mi amiga Daniela, por ella había llegado a la ciudad deValencia, me había ido a buscar a la estación de trenes y los primeros días me había quedado en su casa, pero luego busqué un sitio donde pudiera hacer lo que venía hacer, escribir.
Por el lugar donde estaba, por el momento de mi vida, por la precariedad económica en la cual me encontraba y sobre todo por las grandes ansias de convertirme en escritor, mi conexión con Bolaño se hicieron gigantes, por meses leí solo a Bolaño, a él y lo que él leía: Parra, Borges, Lemebel, todo lo que él iba mencionando en sus libros. Es difícil explicarlo pero sentía que Bolaño ya más que un escritor se había convertido en un amigo, en un maestro, me decía como tenía que escribir, me decía a quien debía seguir, como hacerlo para sobrevivir.
Pero a diferencia de Bolaño yo nunca gané un concurso de Ayuntamiento, no me hice amigo de escritores ni trabajé en un camping o alguna actividad que me permitiera sobrevivir y escribir. Mi madre desde Estados Unidos me enviaba dinero cuando me faltaba y cada 20 días me enviaba una caja gigante llena de cosas, entre ellas venía ropa, zapatos y muchos jeans Levis nuevos para vender. Levi`s Skinny feet de diferentes colores, era lo Único que en Estados Unidos era barato y en España era caro, o al menos lo único que se me ocurrió vender. Nunca salí a venderlos, les decía a amigos y ellos los vendían por mi, sobre todo Matías el hermano de Daniela que era conserje de un edificio en el sector “pijo” (cuico) de la ciudad. Cada vez que me vendía un jeans en vez de pagar una cuenta o hacer algo útil con el dinero me compraba un libro. Aún recuerdo el día que vendí tres jeans y partí a comprarme 2666. No podía más de alegría, era una edición hermosa de tapa dura, tenía lectura por semanas. Leía cuando me despertaba, luego me iba al parque y seguía leyendo, luego a la playa y continuaba sin parar, era un vicio por la lectura que nunca me había sucedido.
Pasaron las semanas y los meses y mi estadía en Valencia solo se redujo a escribir a cuanto concurso encontrara, a pasar tardes familiares con la familia de Daniela y a leer a Bolaño, sobre todo leer a Bolaño.
Ahora estoy más viejo y recuerdo ese tiempo con mucha nostalgia, también mi admiración por Roberto Bolaño y mis primeras lecturas de su obra, ya que entiendo que es un escritor que tiene un vínculo muy fuerte con la juventud, su éxito con los Detectives salvajes lo enlazó con la juventud por la eternidad, algo similar que le ocurrió a la generación de Rayuela con Cortazar, aunque a diferencia con el argentino los personajes de Bolaño sí eran jóvenes, jóvenes y revolucionarios, o al menos de espíritus revolucionarios.
Por extraña casualidad habíamos fundado hace algunos meses, un 15 de julio del año anterior el taller indibur, justo 6 años después de la muerte de Roberto Bolaño. Me cuesta recordar esta fatídica fecha sin recordar el inicio del taller, éramos unos jóvenes con tantas esperanzas, llenos de futuro en las venas y lo que nos unía además de la juventud, el amor por el arte, a cultura y los viajes. De hecho todos o casi todos después de formar el taller partimos para diferentes destinos. la Dani mi amiga gay se fue después de romper con su chica por tres meses a recorrer Europa, la Jose se había ido a vivir a Buenos Aires para continuar sus estudios de Arte visual, Matilde había regresado a su país natal Italia y Hary estaba ed regreso en su natal ciudad de Iquique. Yo por mi parte me había ido a vivir a España pero con la mira puesta en Italia.
Ya han pasado 8 largos años de ese entonces y recuerdo estos dos 15 de julio, estas dos fechas y me dan ganas de tomar un libro de Bolaño y leerlo como si fuera la primera vez, pero en vez de eso me gana la nostalgia y quizá también la vanidad y me pongo a escribir estas escuetas lineas recordando un poco como comenzó mi relación con el gran Roberto Bolaño.
Rodrigo Ertti.